¿Quién dijo que no podemos hacer posible lo imposible?

"Tejer México"

Mensaje que nos da pistas para sanar el tejido social de nuestro querido país.

Etzatlán, un tranquilo poblado de Jalisco con 20 mil habitantes, se ha puesto en el mapa turístico, aún más, se ha puesto en el libro Guinness de récords mundiales.

La idea innovadora, salió de una mujer que  cumplirá 91 años.

Doña Paloma, organizó a  200 mujeres para realizar

"El tejido a mano más grande del mundo", el que hoy sirve de toldo a varias calles de aquella población, y representó a México en la feria de Dubái.

Observar el colorido tejido sobre las calles y la arquitectura colonial de Etzatlán, encierra lecciones para quien quiere verlas.

Doña Paloma y las mujeres de Etzatlán no copiaron a nadie, se atrevieron a hacer algo inédito, soñaron con un cielo de colores para las fiestas patronales del Señor de la Misericordia, y encontraron no sólo un récord mundial, también pavimentaron el camino para detonar el turismo después de la pandemia.

Doña Paloma "Tejió" la voluntad de mujeres, y   hombres que ayudaron a montar el toldo de cerca de 3 mil metros cuadrados. Doña Paloma es una estadista... Me dice: "Solamente juntos saldremos adelante".

En sociología, se llama "Tejido Social" a la unión que se da entre personas y el espacio que habitan.

Es la interrelación que tenemos con los demás, los lazos que nos unen, lo que nos hace fuertes, el conducto para transmitir tradiciones, ejemplos, saberes y deseos.  Restaurar a México implica sanar el Tejido Social.

Lo que han hecho los habitantes de Etzatlán es tejer una metáfora que encierra las pistas para la regeneración social del país.

Mientras unos se dedican todas las mañanas a cortar el tejido.- calladamente una mujer de 90 años tiene una visión más clara de lo que necesitamos.

Doña Paloma me cuenta lo más emocionante que le ha sucedido a raíz de haber tejido las calles de su pueblo. "Se me acercó un niño como de 8 años, y me dice... ¿Usted hizo esto? "Fuimos muchos", le respondí. "Está muy bonito", ¿le puedo dar un beso? me dijo el pequeño.

Hay más de 80 años de diferencia entre estas dos personas, más la grata impresión es la misma.

A quienes realizaron esta maravilla, no solo los unió el tejido, las miles de vueltas del ganchillo, la hilaza; los unió la belleza, el arte, el deseo y las voluntades, de quienes aspiran al México donde los colores unan fuertemente a todos los habitantes de este gran país, como se demostró en las calles de Etzatlán.

Eduardo Caccia en REFORMA

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